¿Alguna vez has pensado que un producto era una ganga solo porque antes estaba “rebajado” de un precio mucho más alto? ¿O has sentido que un salario era bajo o alto basándote en la primera cifra que escuchaste en una entrevista? Si la respuesta es sí, has experimentado el efecto ancla.
Este sesgo cognitivo es uno de los más estudiados en economía conductual y tiene un impacto directo en nuestras finanzas personales. Entenderlo es clave para tomar decisiones más racionales y no dejarse llevar por trucos de marketing o percepciones engañosas.
¿Qué es el efecto ancla?
El efecto ancla es un sesgo mental que ocurre cuando nos basamos demasiado en la primera información (la “ancla”) que recibimos al tomar una decisión. Esa cifra inicial influye de manera desproporcionada en nuestra percepción posterior, incluso si es arbitraria o poco relevante.
En el contexto del dinero, esto significa que la primera referencia de precio que vemos condiciona si creemos que algo es caro o barato, aunque no tengamos datos objetivos para evaluarlo.
Ejemplos cotidianos del efecto ancla
- Descuentos engañosos en tiendas
Un televisor se anuncia a 999 €, pero está “rebajado” a 699 €. Aunque no sepas si vale realmente 999 €, tu mente interpreta que es una gran oferta, porque la ancla de 999 € hace que 699 € parezca barato. - Negociación salarial
Si en una entrevista de trabajo el entrevistador menciona un rango de 20,000 a 25,000 € anuales, esa cifra quedará en tu cabeza como referencia. Incluso si el valor de mercado del puesto es más alto, te costará pedir más porque tu “ancla” está ya fijada. - Mercado inmobiliario
Si visitas primero una casa que cuesta 400,000 €, luego otra de 300,000 € puede parecerte barata, aunque en realidad 300,000 € pueda ser caro para el barrio. - Compras de lujo
Las marcas de lujo a veces colocan productos extremadamente caros en la entrada (por ejemplo, un bolso de 8,000 €). Esto hace que los de 1,500 € parezcan más “asequibles” en comparación.

El origen psicológico del efecto ancla
Este fenómeno fue descrito por primera vez en los años 70 por los psicólogos Amos Tversky y Daniel Kahneman, pioneros de la economía conductual.
Descubrieron que, al tomar decisiones bajo incertidumbre, las personas usan la primera información disponible como punto de referencia y ajustan sus juicios a partir de ahí. Sin embargo, el ajuste que hacemos suele ser insuficiente, y terminamos sobrevalorando la ancla.
Nuestro cerebro busca atajos para tomar decisiones rápidas, y usar una referencia inicial es un mecanismo eficiente… pero también puede llevarnos a errores de juicio.
Cómo las empresas usan el efecto ancla
El marketing y las ventas explotan el efecto ancla de manera sistemática. Algunos métodos comunes incluyen:
- Precios tachados: mostrar el precio anterior junto al precio rebajado.
- Paquetes premium: ofrecer un producto muy caro que nadie compra, solo para que las versiones más baratas parezcan mejores.
- Numeración estratégica: usar precios terminados en “.99” o “.97” para que parezcan más bajos.
- Orden de presentación: mostrar primero los productos más caros para que el resto parezca más barato.
El efecto ancla en grandes decisiones financieras
Aunque es fácil verlo en compras pequeñas, el efecto ancla también afecta decisiones importantes:
- Compra de coche: si el vendedor primero te enseña modelos de 50,000 €, luego un modelo de 35,000 € parecerá una oportunidad.
- Inversión en bolsa: si compras una acción a 100 €, esa cifra se convierte en tu referencia emocional. Incluso si los fundamentos de la empresa cambian, puedes aferrarte a esa ancla y no vender hasta que “vuelva” a ese precio.
- Hipotecas: si en tu banco te ofrecen primero una tasa de interés alta y luego una más baja, esta última parecerá atractiva aunque no sea la mejor del mercado.
Estrategias para evitar caer en el efecto ancla
- Investiga precios de mercado antes de decidir
No confíes en la primera cifra que veas. Busca información objetiva: compara precios en diferentes tiendas o portales. - Separa emoción de razón
Haz una pausa antes de decidir. El efecto ancla es más fuerte cuando actuamos rápido o bajo presión. - Define tu propio valor de referencia
Antes de negociar un salario, compra o inversión, establece qué valor sería justo según tus necesidades y el mercado. - No te dejes llevar por descuentos artificiales
Pregúntate: “¿Pagaría este precio si no supiera que está rebajado?”. - Analiza en términos absolutos, no relativos
En vez de pensar “ahorro 200 € frente al precio inicial”, pregúntate si el gasto total justifica el valor que obtienes.

Un ejemplo práctico: compra de un portátil
Imagina que buscas un portátil para trabajar.
- Primera tienda: modelo A a 1,800 €.
- Segunda tienda: modelo B, similar, a 1,300 €.
El modelo B parece barato en comparación con el primero (ancla de 1,800 €). Pero si investigas, descubres que en otra tienda el mismo modelo B cuesta 1,100 €. Sin esa referencia inicial de 1,800 €, probablemente tu percepción sería diferente.
El efecto ancla en la vida diaria
No se trata solo de dinero. El efecto ancla también influye en:
- Tiempo (cuánto creemos que algo “debería” durar)
- Expectativas (nivel de servicio que esperamos)
- Comparaciones personales (qué consideramos éxito o fracaso)
En todos los casos, la primera referencia condiciona nuestra evaluación posterior.
Conclusión
El efecto ancla es una herramienta mental que nos ayuda a decidir más rápido, pero que también puede jugar en nuestra contra, especialmente en decisiones financieras. La clave está en reconocer cuándo una cifra inicial está condicionando nuestra percepción y buscar datos objetivos para contrarrestarla.
Entender este sesgo no solo te hará un consumidor más inteligente, sino también un mejor negociador, inversor y administrador de tu dinero. La próxima vez que algo parezca barato o caro, pregúntate:
¿Es realmente así o solo lo parece por la primera cifra que vi?